Alrededor de 44.000 mujeres en Aragón son maltratadas, según las respuestas que ellas mismas han dado ante trece frases que describen los seis tipos de violencia existentes: física, sexual, psicológica, económica, estructural y espiritual. Se trata del 8,2% de la población femenina mayor de 18 años que vive en la comunidad aragonesa y que, aunque no admite directamente sufrir violencia doméstica, se considera técnicamente maltratada según los criterios del Consejo de Europa (por ejemplo, admite que su pareja le da miedo en ocasiones o que le impide relacionarse con familia o amigos). Este porcentaje se dobla (16,5%) en el caso de las mujeres inmigrantes, que se perfilan como las mayores perjudicadas por el maltrato.
A pesar de las campañas informativas, el ocultismo que sigue imperando sobre este problema social continua provocando que muchas mujeres afectadas se nieguen a si mismas que padecen este problema. De hecho, el porcentaje que mujeres que confiesa directamente sufrir violencia doméstica es sensiblemente inferior. Solo un 3,6% de las aragonesas (en términos absolutos más de 13.200 mujeres) se autoclasifican como maltratadas.
Estos son los principales datos de una macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres en la comunidad realizada por Instituto Aragonés de la Mujer y el Instituto Aragonés de Estadística, que revela también que ha habido un repunte de los casos, ya que el porcentaje de maltrato es un punto superior al de la misma encuesta realizada hace cuatro años. El estudio, en el que se realizaron un total 1.493 entrevistas por teléfono, fue calificado por la directora del IAM, Eva Martínez, de una radiografía rigurosa del panorama de la violencia doméstica en Aragón, a partir de la cual se podrán afinar los programas de prevención.
De esta macroencuesta se extraen también datos sociodemográficos de las afectadas que permiten establecer un perfil de las víctimas del maltrato: mujer, de más 40 años, con hijos, agredidas física o psicológicamente por la pareja con la que conviven. Sin embargo, hay notables diferencias dependiendo del nivel de aceptación. Así, las mujeres que confiesan ser maltratadas, es decir, las que tienen una mayor concienciación sobre el problema de la violencia doméstica, tienen un mejor nivel educativo (el 30% tiene estudios universitarios frente al 19% de la población general), trabajan (63%, frente al 40%) y cuentan con más ingresos.
Lo mismo sucede si se diferencian las zonas rurales de las urbanas. El maltrato se detecta con mayor facilidad en las ciudades, sobre todo en la capital aragonesa, no porque haya una mayor tasa de violencia doméstica, sino porque esta se detecta más al existir mayor concienciación. En el resto de la comunidad, la aceptación del maltrato o su diagnóstico es inversamente proporcional al tamaño del municipio, es decir que en los pueblos pequeños hay un mayor grado de ocultismo.
Fuente El Periódico de Aragón
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