Si usted dispone hoy de cuatro minutos y nueve segundos para ponerse delante de un ordenador quizá le cambie (un poco) la vida. No se trata de una buena nueva con bote acumulado, ni de una mala noticia sin remedio. Será, simplemente, un encontronazo sutil con la verdad. No verá sangre, ni oirá golpes. Pero si observa y escucha con atención entenderá por qué la violencia de género tiene tanto poder.
Y sólo necesitará cuatro minutos y nueve segundos...
El director y guionista de cine David Planell (nominado a un premio Goya en 2004) ha parido un corto que nos mete en casa el horror de otras casas. El invento se titula 'Subir y bajar', dos antónimos tan oportunos en la ficción como las secuencias que viven las víctimas con sus maltratadores en la realidad: denunciar y retirar, acusar y perdonar, huir y volver.
Para no destripar demasiado el vídeo, contaremos que la protagonista (interpretada como si todo fuera verdad por la actriz Irene Anula) es una maltratada que gracias a la denuncia judicial de su espanto ha logrado una orden de alejamiento de su agresor y dispone de un teléfono que la conecta directamente con la Policía.
Y entonces suena el telefonillo...
Es una mujer joven, atractiva, moderna, se supone que con trabajo y autonomía económica y que aparece en la película terminándose de acicalar porque ha quedado para salir con una amiga.
Y entonces suena el telefonillo...
"El corto da una idea certera de la situación de vulnerabilidad e indefensión personal en la que se encuentran las víctimas respecto a su agresor, a pesar de las medidas de protección. Yo creo que ayuda a comprender mejor a las mujeres maltratadas y a entender por qué son tantas las que retiran las denuncias, aunque, dadas las circunstancias actuales, lo que me extraña es que no sean aún más las que lo hacen". Habla Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres, el colectivo al que la productora de cine Avalon ha cedido gratuitamente el corto para que le dé toda la difusión que considere oportuno.
El cineasta David Planell firma un corto, 'Subir y bajar', que juega con la secuencia típica del maltrato: denunciar y retirar, acusar y perdonar.
Soleto se refiere a lo que algunos expertos llaman el 'secuestro emocional', el efecto envolvente que el maltratador ejerce sobre la maltratada una vez rota la pareja y la convivencia en común.
'Inestabilidad psicológica'
Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, ha visto muchas veces la 'inestabilidad psicológica' con la que las mujeres afrontan todo el proceso de ruptura una vez presentada la denuncia, "víctimas tan víctimas que se sienten culpables de la situación y que siguen diciendo que su agresor las quiere".
Y en ese territorio de desorden personal es donde algunas esquirlas de la legislación española contribuyen a provocar tantas retiradas de denuncia. Por ejemplo, el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
Según ése párrafo de apenas tres líneas, lo primero que escucha una mujer en el juzgado es que no tiene obligación de declarar contra su agresor, un prólogo que puede servir para otros familiares, pero que revuelve a quienes denuncian al hombre que ha compartido con ellas tantas cosas.
El pasado mayo, meses después de que un sector del mismísimo Consejo General del Poder Judicial cuestionara la validez del artículo, un grupo de organizaciones de mujeres pidió al Gobierno la retirada de ese precepto, a lo que algunos miembros del Ejecutivo contestaron asintiendo con la cabeza y sugiriendo que, en el futuro, las víctimas de violencia de género deberán declarar judicialmente contra su agresor.
Los datos que manejan los fiscales y los magistrados revelan que casi cuatro de cada 10 mujeres que dan carpetazo a su propia denuncia lo hacen porque se niegan a hablar contra su maltratador delante del juez. Otras, en cambio, mantienen la denuncia, consiguen medidas de abrigo para ellas y órdenes de alejamiento para sus atacantes, pero siguen permeables a los tentáculos de quien amaron un día.
Y muchas vuelven a la vida que denunciaron. Oyen los arrepentimientos de su agresor, creen en una imposible ley privada de punto final, minimizan el futuro, perdonan al puño que mece su cuna y acaban abriéndole la puerta.
El corto, que probablemente será presentado a finales de mes en Madrid, se puede ver a partir del lunes en elmundo.es. Lleva algunos días disponible en Youtube, está colgado en las páginas de la productora Avalon y de la Red Feminista contra la Violencia de Género y es accesible desde el blog de Marisa Soleto.
Cada vez que lo ve, a la presidenta de la Fundación Mujeres se le pone "un nudo en el pecho". Pero seguro que le merece la pena. "Las mujeres maltratadas son víctimas de tortura. Y la tortura es invisible. Por eso su vulnerabilidad está tan oculta. Nosotras creemos que la información y el conocimiento de la violencia de género forman parte de la solución del problema, y este corto es una buena pista para entenderla".
Ya sabe, cuatro minutos y nueve segundos.
Artículo de Rafael J. ÁLvarez para El Mundo
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