El riesgo de homicidio en el ámbito doméstico permanece "oculto" en el 70% de los casos porque no existen agresiones anteriores o por la tolerancia de las víctimas, según un estudio elaborado por el director del Instituto de Medicina Legal de Aragón, Juan José Antonio Cobo.
A ese 70% (en el 40% no había agresión previa y en el 30% la tolerancia de la víctima minimiza el riesgo) se suma otro 20% de casos en el que las víctimas bloquean el efecto de protección.
Esto supone que la sociedad no puede responder a nueve de cada diez homicidios porque son "muertes silenciosas", consideradas como inesperadas e inexplicables por el entorno cercano en las que no hay agresión o denuncias previas o, cuando existe la denuncia, al mismo tiempo o tras un periodo aparece una posición negativa e incluso bloqueo por parte de la víctima frente al procedimiento penal.
Esa es la principal conclusión que destacó Cobo en la presentación de este estudio preliminar, financiado por el Justicia de Aragón, sobre la prevención de la muerte homicida doméstica.
El informe parte de la revisión de 266 muertes (245 mujeres y 21 hombres), de las que 235 eran casos de muerte homicida en relación de pareja (225 de mujeres y 10 de hombres) entre el 1 de enero de 2004 y el 30 de junio de 2007, comparadas con 274 agresiones físicas en el medio doméstico sin resultado de muerte, 44 muertes homicidas, 151 agresiones físicas y 157 suicidios, todas sin relación directa con la violencia doméstica, es decir, 892 casos.
Por qué ocurrieron los homicidios en el ámbito doméstico y por qué no se pudieron evitar es el objetivo del estudio, para el que Cobo escogió como fuente de información la prensa local del lugar de los hechos y medios de comunicación nacionales al considerar que los procedimientos judiciales, los expedientes fiscales y las sentencias no pueden contestar a esas preguntas, entre otros motivos porque se habían archivado o minimizado en su contenido muchos casos en los que el homicida se había suicidado.
Del análisis de homicidios en el ámbito doméstico se detectan tres grandes grupos totalmente diferenciados.
En el primer grupo la muerte es el final de un largo proceso cognitivo emocional del agresor; en el segundo el homicidio no se ve precedido por un proceso protagonizado por una idea conductora única (estos se caracterizan por la peligrosidad del individuo cuya evolución está marcada por la gravedad del trastorno de la personalidad, el deterioro cognitivo, el consumo de drogas o la violencia usual como forma de relación), y el tercero oscila entre los dos anteriores.
La esencia del estudio, recalcó Cobo, es que hay "un enorme grupo de homicidios silenciosos" que no siguen los patrones por los que se está previniendo y que para evitar el homicidio es necesario desarrollar cosas diferentes que las que se hacen frente al maltrato, porque "no vale lo uno para lo otro", y que es necesario que las víctimas tomen una posición "más activa".
La clave, abundó, es que es que la prevención para el maltrato no asegura la prevención del homicidio, de forma que requieren dos políticas e investigaciones diferentes, y lo primero que hay que hacer es sacar "del silencio" ese 90 por ciento de homicidios "silenciosos" ante los que la sociedad no puede responder.
Entre las propuestas de valoración del riesgo y de prevención, el informe hace hincapié en la necesidad de profundizar en el conocimiento de las causas y motivaciones de la violencia doméstica a través de diferentes estudios y plantea la creación de un centro de referencia abierto a los investigadores que promueva activamente esa investigación, la normalización de métodos de valoración del riesgo y de las medidas de prevención.
Además, defiende la necesidad de impulsar acciones preventivas precoces, puesto que las medidas punitivas a los agresores son ineficaces, ya que en dos de cada tres casos aceptan las consecuencias porque se suicidan o esperan a la policía.
Asimismo, incluye un "manual de autoprotección" en el que una posible víctima puede encontrar un pequeño guión desde la experiencia de Cobo como forense y del análisis de esos 892 casos, en el que pone como ejemplos de errores en la evaluación del riesgo de la mujer respecto a su pareja a la hora de decidir qué hacer reflexiones como "ya no lo volverá a hacer", "ha llegado al límite, ya no puede hacer otra cosa más grave", "tengo que hacerlo por mis hijos" o "no tengo riesgo porque nunca me ha agredido".
Por su parte, el Justicia de Aragón, Fernando García Vicente, aseguró se trata de un problema social frente al que "no hay juez, no hay tribunal, no hay administración, no hay policía que lo pueda resolver", con una "virulencia" muy importante en estos momentos y ante el que es precisa la concienciación de la ciudadanía, por cualquier sistema, educativo o a través de los medios de comunicación o asistentes sociales.
Fuente Heraldo de Aragón
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